miércoles, 18 de junio de 2008

NUNCA MÁS NI MENOS


19 de junio de 2008

A las organizaciones sociales y al pueblo trabajador:

Los abajo firmantes, militantes que en las décadas de los 60 y 70 asumimos el camino de la violencia revolucionaria en el Uruguay, queremos expresar nuestra posición sobre lo que el presidente Vázquez denomina camino del "Nunca Más".

Los orígenes de la violencia en el Uruguay fueron consecuencia del estancamiento productivo, las crisis financieras, el subempleo, la miseria de vastos sectores populares, la avaricia de la clase dominante y la incapacidad de los políticos de turno (blancos y colorados) que decidieron hacer del Uruguay un país dependiente de los capitales extranjeros, instrumentado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Para imponer al pueblo trabajador ese modelo económico y social convenido en la Carta de Intención con el FMI, gobiernos que la población había votado, en particular el de Jorge Pacheco Areco, desataron una escalada represiva violenta e ilegal sobre el movimiento popular. Una guerra contra el pueblo en la hubo un solo demonio: el terrorismo de Estado.

Obreros y estudiantes sembraron su sangre en las calles de Montevideo, porque los Orientales siempre lucharon por sus derechos y lo seguirán haciendo pese a las tentativas mesiánicas de reconciliación entre militares y tupamaros, dejando al pueblo trabajador como espectador de pactos palaciegos. Sepa el presidente Vázquez que la lucha de clases no se detiene por decreto administrativo.

Los tupamaros y guerrilleros no fuimos actores extraños a las luchas del pueblo uruguayo, participamos activamente en el plano sindical-gremial, barrial y político. Una admirable y santa indignación nos llevó a tomar las armas para transformar el sistema capitalista de producción, que no resuelve los problemas económicos de los más humildes, de "los más infelices" , y luchar por un sistema más justo, más equitativo, sin desigualdades sociales, lo que denominamos socialismo.

Sepa, entonces, presidente Vázquez que no vamos a pedir perdón por rebelarnos contra las injusticias sociales y contra un Estado que no daba salidas, reprimía y torturaba ferozmente al pueblo y lo sometía a la dependencia económica del extranjero. No estamos arrepentidos y menos aún podemos hacerlo en nombre de los desparecidos y asesinados que entregaron su vida por la liberación nacional y el socialismo. Sería una total falta l de respeto y de ética.

Presidente Vázquez ¿se imagina usted a José Artigas regresando del exilio paraguayo a pedir perdón a los opresores del pueblo Oriental?

¿Puede imaginarse a Ernesto Ché Guevara o a Raúl Sendic pidiéndole perdón a los EEUU, a Pacheco Areco y a los criminales que aterrorizaron aal pueblo desde el aparato armado del Estado?

Nosotros no, nunca lo haremos. Sentimos un odio irreconciliable hacia los que hicieron una cárcel gigante del Uruguay entero, torturaron a decenas de miles, violaron compañeras y compañeros, desaparecieron forzosamente a cientos de personas, secuestraron niños y niñas. Nosotros no nos prestamos a hacer ese servicio a los dueños del Uruguay y al imperialismo. Verdad, juicio y castigo con los terroristas de Estado.

¿Porqué ni el presidente Vázquez ni la mayoría parlamentaria progresista tienen la iniciativa de anular la Ley de Caducidad para poder juzgar a todos lo que cometieron delitos contra la humanidad?

¿Es cierto que existen pactos secretos? ¿Porqué se continúa con una política económica dependiente que conduce a la debacle social? Aunque la economía crezca, si se mantiene la desigualdad económica y social, la sociedad seguirá dividida en pobres que trabajan y ricos que viven del trabajo ajeno y en esa enorme e injusta violencia social subyacen las causas que engendran las respuestas populares y los enfrentamientos entre Orientales.

"…los Orientales habían jurado en lo hondo de su corazón un odio irreconciliable, un odio eterno, a toda clase de tiranía, que nada era peor para ellos que humillarse de nuevo y que afrontarían la muerte misma antes que degradarse del título de ciudadanos que habían sellado con su sangre." José Artigas al Gobierno del Paraguay, 7 de diciembre de 1811.

¡Habrá patria socialista para todos!



Firmas: Manuel Marx Menéndez, Grauert Lezama, Jessie Macchi, Emilio Ezequiel Martínez, Sigifredo Guridi, Cecilia Duffaut, Heber Mejías Collazo,Carlos Casares, Irma Leites, Silvio Amodei, Jorge Zabalza



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ARTIGAS NUNCA PERDONÓ A LOS TRAIDORES A LA PATRIA




El Dr. Vázquez eligió para su –a esta altura– “Día-del-Nunca-Más-Nada-Malo” la misma fecha en la que nació José Artigas, y en la nueva y nuevamente pobre exposición de los motivos que le llevaron a elegirla, menta obviamente al Protector de los Pueblos Libres. Por el estilo y por los errores de sintaxis, es obvio que el texto (que se publica aquí a continuación) fue escrito por el propio Vázquez. El texto, lleno de lugares comunes y perogrulladas, se presta a un jugoso análisis humorístico que –por pudor ajeno– dejaré en esta ocasión a cargo del lector. Tal vez por aquello de que en su campamento de Purificación Artigas tomaba mate sentado en un cráneo de vaca, Vázquez parece no percatarse de lo sofisticado de su pensamiento y lo califica como un hombre “firme y sencillo”. Dice que “tras derrotarlo militarmente lo crucificaron con un exilio de treinta años”, pero omite (tal vez por desconocimiento) la “misión Albín” de 1841. En efecto, ese año su antiguo lugarteniente y por entonces Presidente de la República, Fructuoso Rivera, envió a Paraguay al sargento mayor Federico Albín para solicitarle el favor de que volviera a la patria. Artigas declinó la invitación. ¿Y por qué no quizo Artigas volver a su patria? Según la versión de Carlos María Ramírez, porque “Ya no podía poner su brazo decrépito al servicio de la patria, y rehusando los favores de los bandos armados, salvó su nombre y su gloria como herencia común de los orientales”. Pero además, porque estas tierras no sólo ya estaban sumidas por entonces en la llamada Guerra Grande, sino que la República a la que le invitaban a retornar era la que habían construído sus enemigos y sus traidores. Rivera intentó traer a Artigas para llevar agua para su molino, y Artigas sabiamente se negó. Nada tenía que ver él con este país que ya para entonces había exterminado a los charrúas y había destruído su Reglamento Provisorio para el fomento de la campaña, entregando las tierras a los peores americanos. Más adelante, el Dr. Vázquez dice que “Puede admitirse –de hecho existe- diversidad de opiniones sobre las causas de los desencuentros y enfrentamientos ocurridos en el pasado reciente”, y eso es verdad, opiniones hay muchas. Pero el hecho comprobado de que los militares cometieron delito de lesa nación al usurpar el poder; y de lesa humanidad al encarcelar, torturar, asesinar y desaparecer a quienes se les oponían, no admite dos opiniones. Finalmente, ante el hecho también evidente de que otra vez el pueblo faltará a la cita, el doctor Vázquez hace gala de un oportunismo vergonzante al decir que “la reflexión vale en cualquier lugar y en cualquier momento del 19 de junio, el momento y el lugar son accesorios” (¿y entonces por qué miércoles insiste con convocar a ir a la Plaza Independencia a ver desfilar a los milicos?). Pero además, el Dr. Vázquez hace una síntesis por lo menos curiosa del legado artiguista, dice: “Lo importante es lo que nos enseñaron Artigas y el pueblo que lo siguió: avanzar unidos, con memoria y libertad”. ¡Caramba! Yo pensé que la moraleja era que Artigas no perdonó a los traidores a la patria... pero bueno, no es la primera vez que alguien manipula el pensamiento artiguista. Ahí tenemos –por ejemplo– el mausoleo que le construyeron los herederos de sus traidores, casualmente, el lugar elegido por Vázquez para la conmemoración de sus “nuncamases”...

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