lunes, 13 de octubre de 2008

El fusilado que habla.



LA DIARIA

Con Julio Abreu, sobreviviente de Soca Julio Abreu es el único sobreviviente de los fusilados de Soca.

Habló con la diaria de los miedos que lo llevaron a callar durante 30 años.

Los mismos que ahora lo hicieron hablar.

El 8 noviembre de 1974, sólo faltaba un pollo al spiedo para festejar un cumpleaños en el que
participaron varios uruguayos exiliados en Argentina. Julio y Floreal García bajaron del apartamento en el que estaban, entre otros, la esposa de Floreal, Mirtha Hernández, y el hijo de ambos, Amaral.

Estaban acompañados por Héctor Brum, compañero de María Corbo, que también allí se encontraba.

En la calle, Julio y Floreal fueron interceptados, al doblar una esquina, por un comando militar que primero los golpeó y luego los detuvo, como a los demás que estaban en el apartamento.

Graciela Estefanell estaba en su casa, lejos; la fueron a buscar, se resistió a tiros pero la capturaron.

Estas detenciones anunciaron, en 1974, que en breve la represión no iba a tener más fronteras.

Todos, menos el pequeño Amaral, de cuatro años, fueron trasladados desde Argentina a Uruguay en un avión después de semanas de cautiverio.

Todos, menos Abreu, fueron salvajemente torturados y asesinados. Los cinco cuerpos aparecieron en las afueras de la ciudad de Soca.

Muchas veces Abreu se ha preguntado cómo sobrevivió al fusilamiento. “No puedo decir que no me hayan matado por no ser tupamaro, estaría justificando la muerte de estos compañeros”, reflexionó Abreu. Frases como “algo habrán hecho” o “los mataron porque eran comunistastupamarosanarquistas” están cargadas de pretendidas justificaciones para el asesinato político, a la vez que intentan informar, con naturalidad cómplice, que aquello no fue grave sino necesario. “En aquel momento, la gente decía que se llevaron a fulano por comunista, hasta que un día nos llevaron a nosotros y nos dimos cuenta de la dictadura que estábamos viviendo”, recordó Abreu, tal vez pensando en su militancia blanca para las elecciones de 1971 desde las filas de Wilson Ferreira Aldunate.

Después de haber permanecido en cautiverio casi dos meses, los captores lo liberaron. El 24 de
diciembre de 1974 va a ser una víspera de navidad inolvidable para Abreu. Lo dejaron en Marindia, cerca de la casa de su tía. No podía creer nada, estaba atemorizado al límite, había visto las consecuencias de las temibles torturas de los fusilados de Soca; había escuchado sus gritos y compartido los últimos momentos de las vidas de aquellos militantes tupamaros.

Estaba amenazado de muerte en caso de que se le ocurriera la estúpida idea de hablar con alguien del asunto.

“Es una mochila que llevo, muy pesada, llevo cinco muertes en la espalda. Antes la llevé en el
anonimato, hoy se me ha hecho menos pesada pero seguirá ahí hasta que se sepa quién los mató y el porqué de la violencia, de la tortura”, aseguró Abreu, que hoy siente que de alguna manera representa a los fusilados de Soca, se siente con la responsabilidad de contar lo que pasó. “Al otro día de fusilarlos [los represores que Julio no puede identificar] seguían su vida normalmente, [...] se reían, no tenían nerviosismo ni arrepentimiento”, recordó Abreu todavía con tristeza, asombro y espanto.
Durante la entrevista repasó aquellos días hasta el momento en que lo liberaron. Esa salida para Julio fue el principio de un silencio que ya no iba a poder guardar más. Un silencio que guardó durante
décadas hasta que se presentó al juzgado hace un mes.

Ahora quiere verdad y justicia.




Entrevista

-¿El miedo es difícil de llevar?

-A mí lo que me tuvo prisionero y cautivo fue el miedo, no tener dónde recurrir. Fue muy difícil ese proceso y después tuve miedo de ser utilizado. Seguí con menos miedo, pero el miedo a ser lastimado seguía. Ya en democracia salían informaciones en los diarios de por qué quedó vivo y quién era Julio Abreu, y se largaron gratuitamente sobre el papel cosas que a Julio Abreu nunca le preguntaron. Si bien Julio Abreu no tuvo la valentía de enfrentarlo en su momento, tampoco del otro lado tuvieron la valentía de saber algo. Yo sufrí el proceso callado la boca porque no podía recurrir a una psicóloga, a Sersoc [Servicio de Rehabilitación Social], que ha sido parte esencial de mi vida. Si hoy estoy aquí sentado es porque Sersoc me preparó, me dio la madurez suficiente para enfrentar esto. Ahora, no es que no tenga miedo, pero más miedo le tengo a mi conciencia. [...] El miedo es una cosa muy fea. No te deja ver, oír, no te deja pensar... El miedo lo tuve y lo experimenté. ¿Cobarde? Sí, cobarde. Pero yo no estaba preparado. Lo que vi fueron tantas atrocidades... ¡Cómo se ensañaban con el cuerpo de las personas! Yo tuve oportunidad de ver el cuerpo de Floreal, cómo quedó. Fue cuando estábamos en la casa rodante, esposados y sin capucha, en la hora previa a que nos trajeran a Uruguay. Después de esa casa rodante nos pasaron a otra, me dieron dos inyecciones, y de ahí a una camioneta que nos llevó al avión que nos trajo para acá.

-Las torturas fueron tremendas...

-A Floreal lo destrozaron; ojos, nariz, labios, orejas, no le vi el ano, pero el pene y los testículos eran una masa negra. No se te borra más eso. Antes de fusilarlos los destrozaron física y psíquicamente. Los apremios míos no existieron, fueron psíquicos y hasta el día de hoy los estoy pagando.

Miedo a la conciencia
y el porqué de la violencia, de la tortura", aseguró Abreu, que hoy siente que de alguna manera representa a los fusilados de Soca, se siente con la responsabilidad de contar lo que pasó. "Al otro día de fusilarlos [los represores que Julio no puede identificar] seguían su vida normalmente, [...] se reían, no tenían nerviosismo ni arrepentimiento", recordó Abreu todavía con tristeza, asombro y espanto.

Durante la entrevista repasó aquellos días hasta el momento en que lo liberaron. Esa salida para Julio fue el principio de un silencio que ya no iba a poder guardar más. Un silencio que guardó durante décadas hasta que se presentó al juzgado hace un mes. Ahora quiere

-¿Ellos tuvieron una actitud protectora contigo?

-Siempre tuvieron una actitud de protección a mi persona. Cuando caí con Floreal me dijo que nos iban a matar. Después los que me secuestraron me dijeron que era por robar coches que nos habían detenido. Posteriormente me di cuenta de que la realidad era diferente, empecé a ver que era un tema político, que ellos eran tupamaros. En los encuentros que tuvimos, en el trayecto del largo secuestro, en los ratos que pudimos conversar me decían que no me iba a pasar nada, que me iban a soltar, que no me preocupara.
-Vos estuviste con Graciela Estefanell antes de que la mataran...
¿Qué te dijo?
-A ella la metieron en un cuarto conmigo a hablar, nos dieron cinco minutos y me amenazaron conque si llegaba a contar que había hablado con ella me iban a tirar de la escalera. Hablaba ella, yo no podía hablar. Me dijo que había sido muy torturada y se le veía la cara inchada y partes quemadas. Ella estuvo alejada del grupo de Brum, su señora, Floreal, Mirtha y yo. A ella siempre la dejaron aparte, nunca la integraron. Debe de haber sido de las más castigadas, se resistió cuando la fueron a buscar. Ella me pidió que cuando me dejaran libre me contactara con la organización para que dijera que no habían hablado, que se habían mantenido fiel a la organización, ése era el nerviosismo de ella. Yo le di la palabra y no la cumplí. No sabía dónde golpear y salí golpeado del balero.
Cuando recobré esa libertad entre comillas creo que estuve más preso que nunca. [...] Si bien creo que nadie estaba preparado para esas cosas, yo estaba menos.
-Cuando quedaste en esa "libertad" la familia de los García te buscó porque quería encontrar a Amaral, que apareció años después. Hubo una audiencia con los García en la Jefatura de Policía.
¿Qué pasó allí?
-Hacía cuatro meses que había salido del infierno. Y fui requerido en abril de 1975. Primero fui a la Jefatura de Montevideo y dije lo que querían que contestara, o mejor dicho, les dije lo que me dijeron que tenía que decir: que no sabía nada, que no había pasado nada y que no había tenido nunca ningún problema. Firmé una declaración que decía que había llegado al país por Tigre el 23 de diciembre, que nunca había tenido problemas en Buenos Aires, etcétera. A los pocos días de haber armado ese papel me estaba buscando la Policía en la puerta. Pasó una persona de particular diciendo que el jefe de Policía tenía ganas de hablar conmigo, que no era por nada grande. Fui, hablé con el coronel Ballestrino. Me dijo que una familia estaba rompiendo las bolas por Amaral. Me subieron al piso en el que estaban ellos y me pidieron que les diera la tranquilidad de que no había pasado nada. Me senté en la mesa y Uruguay García y otra señora me dijeron que sabían las que había pasado pero que querían saber qué había pasado con Amaral. Yo lo único que hacía era seguir negando lo que me había pasado, porque era mi seguridad la que estaba en juego, pero en determinado momento me quebré y les dije "ustedes no saben lo que he pasado". En ese momento entraron y me sacaron diciendo que se terminaba la audiencia. Antes de largarme me llevaron a la calle Maldonado, a Inteligencia, donde me sacaron fotos, me echaron y me largaron. ¡

Guillermo Garat

Julio Abreu.

0 comentarios:

Publicar un comentario

No ponga reclame, será borrado