martes, 9 de octubre de 2012

Esos ojos




Un cable urgente de Prensa Latina, confirma los hechos de las últimas horas en Bolivia: esbirros locales al servicio del gobierno de los EE.UU., acaban de asesinar a Ernesto Ché Guevara en una escuela de La Higuera, tras ser capturado el día anterior en desigual combate, junto a otros guerrilleros también fusilados sin piedad con las muñecas esposadas.



Caminamos por Rondeau hacia la Estación Central después de tomar el religioso café amargo del museo antropológico sorocabanero de la esquina en la que hoy apenas podés tomarte un helado empalagoso como si estuvieras sentado dentro de una vidriera de 18.

Facundo*, de traje lustroso de mugre, flaco, barbudo, mal puchereado, encorvado, 52 pirulos; Gabriel, casi lampiño, aspecto de púber rabino gallego, mal empilchado, 17 mayos recién cumplidos y un furioso viento en la camiseta que a veces te sube desde el odio y el resentimiento incubado en las injusticias de la infancia fracturada.

Caminan juntas la vida ya vivida y la vida por vivir, llenas de pesadumbre y con una bronca que al menos en uno de los dos casos sólo ha sido despertada hasta el presente por la muerte demasiado injusta y prematura en el entorno familiar de una miseria que no nació de la fatalidad o el abandono moral, sino de la opresión y la humillación cobarde a los más pobres.



Nos unen los sentimientos comunistas más elementalmente humanos imaginables e invencibles porfiadeces del alma bien alejadas de afinidades generacionales o cosas parecidas.

Nos unen un ideal y esa sintonía espiritual que muchas veces nos hace parecernos a esos perros callejeros a los que siempre verás juntos y acompasando sus pasos aunque no sepan a dónde van.

Charlatanes los dos por naturaleza, esta noche, sin embargo, somos un par de mudos que sólo fabrican el sonido del pisar las baldosas rotas de una ciudad atacada por la congoja sórdida y locuaz de lo irreversible que golpea fuertemente aunque todo ocurra muy lejos geográficamente.

Únicamente se va repitiendo entre ambos, de cuando en cuando, la afirmación de Facundo de que el que aparece muerto en las fotos, no es el Ché (“esos no son los ojos de Ernesto”), y el ferviente deseo de Gabriel de que Facundo tenga razón.

Vamos hacia el lugar que nunca encontraremos, hacia el tugurio que soñamos como última frontera de nuestra esperanza: Facundo conoce a un viejo republicano, fotógrafo él, falsificador de pasaportes y otros papeluchos burgueses, que vive en uno de los barracones de lana abandonados cerca del Palacio, capaz de determinar a simple vista si el Ché es el Ché o un doble maquillado para la muerte y para las cámaras de la prensa amarilla internacional.

Un viejo nacido en la Rosario del otro lado de la banda y un adolescente que vive a diez minutos de la ciudad de Pando, trillan hacia el lugar donde “la verdad” no podrá ser definitivamente develada, pues el gallego falsificador ha muerto hace apenas un par de días, de hambre, de frío y de nostalgias de una revolución española que naufragó en sus propias contradicciones populares hechas guerra feroz entre explotados y oprimidos divididos por colores y atavismos ideológicos descuidadamente conservados y exacerbados.



Mi amigo “Faquito” –poeta, periodista, dibujante, bohemio por opción - lo conoció personalmente al Ché.

Aunque le llevaba unos cuantos años, lo trató no muy profundamente ni por mucho tiempo, pero lo trató. Eran coterráneos y habitués de ciertos círculos estudiantiles-intelectuales bonaerenses parecidos a los de nuestro palacio sorocabanero del café amargo y en pocillo, bebido por un variadísimo zoológico de revolucionarios de palabra aunque no por los tiras melenudos que bebían cocacola y jugo de naranja y se sentaban cerca para pescar o imaginar qué estabas planificando.

(No hay, aún, en octubre de 1967, estos aparatitos súper sofisticados de hoy con los que nadie podrá detectar qué estás pensando o qué estás escribiendo en una hojilla de fumar, pero sí escuchar todo lo que digas aunque de revolucionario no tengas un pelo o aunque seas en realidad un neo-nazi preparándose para alguna cacería humana próxima).

Él lo recordaba, al Comandante, de ojos claros, más bien grises, y no oscuros, casi negros, como lo mostraban las imágenes llegadas desde La Higuera.



Cuarenta y cinco años después –después del tiempo y de cientos y cientos de miles de Ché Guevara de pantalones y de polleras ejecutados por doquier por los mismos asesinos de 1967-, sigo admirando la porfiadez inquebrantable de Facundo, que el 8 de Octubre de 1969, a medianoche, nos dijo: “Vieron, tan errado no estaba; los fusilados de Pando tienen la misma mirada del Ché… ¿O no?”…

Cierto es que mi amigo, como buen poeta que era, solía llegar a conclusiones que no se ajustan a la lógica formal. Pero, como fuere, cuando aún los cuerpos de Ernesto, de Ricardo, de Jorge y de Alfredo estaban tibios y como queriendo reincorporarse y volver a empuñar la palabra, la rebeldía revolucionaria y el fusil, esas vidas truncadas por los mismos hipócritas convocantes de la cumbre represiva de Punta del Este/2012, no fueron ni serán vidas muertas, sino lo que son, con ojos claros, oscuros o hasta sacados de sus órbitas de un culatazo bestial: VIDA PALPITANTE, LUCHA INDOBLEGABLE, ENSEÑANZAS PERMANENTES PARA EL PUEBLO OPRIMIDO, donde sea y cuando sea.



¡Lástima que ni aún el numerito redondo 45 ni la presencia de los ideólogos de la contra revolución en nuestras propias narices, sean suficientes para abrirnos todos nuestros ojos aún aptos para afinar la puntería sobre el bulto repugnante del imperialismo!... ¡Lástima que esos ojos compañeros que nos siguen mirando con severidad y legítima autoridad, no puedan alejarnos por ahora de la dramática ceguera de la necedad sectaria, los ombliguismos al santo pedo, las ínfulas de fatuos liderazgos, el elitismo práctico imposible de ocultar ni por el mejor de los discursos radicales y clasistas!.

El recuerdo de Faquito y tantas otras y tantos otros que nunca creyeron en la muerte del Ché, ni de Salerno, Zabalza o Cultelli, nos sugiere un sencillo y tal vez removedor ejercicio matutino diario, medio místico, es cierto, pero seguramente efectivo al menos en corazones permeables a la realidad, que los hay y muchos, aunque todavía demasiado atados a viejas e infecundas afinidades que terminan siendo esclavizantes si no somos capaces de rebelarnos ante nosotros mismos y nuestros propios chiquitajes heredados de un mundo que se ha hundido para siempre, gracias a dios:

Despertarnos y mirar atentamente esos ojos llenos de amor revolucionario y odio interminable a los miserables, puede terminar siendo un buen ejercicio ideológico que no requiere ni de mucha concentración ni de nada de razonamiento.

Vernos en esos ojos, vuelve a la realidad, ¡qué joder!!!.



¡Lástima estos 45 así, con mil marchas y mil actos de homenajes!... Pero suerte, bienvenida suerte, la de la presencia de un Ché inmortal que discutiendo sobre cómo homenajearlo, vuelve a brindarnos lo que mejor supo brindarnos: la enseñanza de que efectivamente NO HAY NADA MÁS REVOLUCIONARIO QUE LA VERDAD!!!.

¡Y la reafirmación de que no hay historia si la historia no la vivimos dándole un sentido épico a la lucha y dotándola de la heroicidad sencilla pero enaltecedora que nace de la convicción de que nuestra causa es la causa justa de los desposeídos en pié de guerra contra los que hay que guerrear, sin titubeos: los ricos, los déspotas, los asesinos, los imperialistas sin alma y sin más remedio que su propia y merecida derrota!!!.



*Facundo Marull, 1915.



Gabriel –Saracho- Carbajales






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